No vamos a seguir contando la historia de Melania, disponible en archivos periodísticos y libros oficiales, lo que nos ocupa es comentar su desempeño, primero, como mujer, casada con un hombre de poder, adicto a las mal llamadas “esposas trofeo”; y en segundo, como “primera dama”. Es importante señalar que el hecho de que sea modelo profesional no la descalifica como una mujer inteligente y emprendedora, hay quienes atestiguan que lo es. Lo que si vale la pena es explorar ese papel que interpretan las esposas de gobernantes. Solo las esposas de hombres que gobiernan, porque a los esposos de mujeres mandatarias, no se les asigna ninguna ocupación y tampoco se espera que desempeñen un papel especial…
Me gustaba mucho aquel programa de la televisión estadounidense llamado The Good Wife en el cual la esposa buena aparecía en los medios de comunicación apoyando a su marido, un dignatario infiel. El programa tuvo mucha acogida por lo que sus creadores fueron entrevistados y cuestionados sobre qué o quién los había inspirado. Michelle King, una de los productores, contestó que siempre se había preguntado qué pasaba por la cabeza de esas mujeres, que de forma discreta ¿y humillante?, apoyaban a sus maridos en medio del caos, por lo que quiso representarlas en su personaje.
Por mi parte, pensé en Hillary Clinton durante el affaire de su marido con Mónica Lewinsky, y en cómo los medios y el público en general la quisieron más cuando se convirtió en una “esposa buena”, y dejó atrás su trabajo como eficiente ejecutiva. Pensé en la esposa leal de aquel fiscal del estado de Nueva York que sostenía relaciones telefónicas con una prostituta; y en un gobernador de Nueva Jersey, que pidió comprensión cuando confesó públicamente (con su esposa al lado) que era gay y que por eso había cometido el delito de contratar a su amante en la oficina. No, todavía no sabemos que pasa por la mente de estas mujeres, consideradas “esposas buenas” y por qué hacen lo que hacen. Será como consecuencia de la milenaria cultura patriarcal que obliga a las mujeres a comportarse de una manera específica. Tal vez actúan así por la familia, los hijos, o para salvarse… Tal vez lo hagan por dinero, poder, o una ciudadanía diferente. Por eso, cuando Melania Knaus Trump se presenta en una actividad presidencial con unas enormes gafas oscuras, silenciosa y adusta me pregunto a qué grupo pertenece.
Y por otro lado, me remonto al estudio de la biografía de aquella primera dama estadounidense, que tanto tuvo que ver con la reconstrucción del maltrecho Puerto Rico de la década de los ’30, doña Eleanor Roosevelt. Periodista por derecho propio, activista feminista y de derechos humanos, quien dejó una impronta en la Casa Blanca y en el gobierno de su país, contribuyendo a la creación del Nuevo Trato (The New Deal, 1933-1937).
En fin, que entiendo que ese papel de “primera dama” en Estados Unidos, o en cualquier lugar del planeta, es uno obsoleto. Las mujeres, igual que los hombres, deben poder desempeñarse en sus propios oficios y profesiones, independientemente de las de sus compañeros.