I. Introito
No fuimos las primeras ni reclamamos ser las mejores pero si las más organizadas y las que tuvimos una clara conciencia feminista como profesionales y seres independientes. Me refiero a las mujeres periodistas que pavimentamos el camino para la segunda ola de los feminismos en los inicios de la década de los setenta. Al mismo tiempo establecimos nuevos y diferentes paradigmas para las mujeres en el campo periodístico de Puerto Rico.
Llegué al periódico El Mundo en mayo de 1967 y desde ese momento se inició para mi una carrera a veces desenfrenada y otras muy lenta y profunda que se ha extendido hasta la segunda década del Siglo XXI, y que trajo consigo cambios profundos en el espacio de las comunicaciones. He dedicado mi tiempo vital de múltiples maneras a los principios éticos que rigieron desde muy temprano mi formación como ser humano.
Mi aprendizaje y experiencias, primero; así como el compartir de ideas y destrezas, posteriormente, con mis estudiantes están acompañados en mi memoria de un anecdotario lleno de conflictos. Con el tiempo recuerdo mejor lo bueno y jocoso y trato de obviar lo trágico y terrible de una profesión difícil y minada de las trampas de fanatismos políticos, moralistas y de lucro corporativo.
A. Vocación
A los 12 años publiqué mi primer artículo en The Cescript, el periódico de mi colegio, que se tituló “La edad del por qué”. A los 17 era la sub directora del premiado periódico escolar y a los 18 su directora. Mientras tanto, leía desaforadamente todo lo que me caía en las manos, especialmente literatura en español e inglés. Adolescente aun me inicié con Galdós, Pío Baroja, Balzac, Dickens y Margaret Mitchell; René Marqués y Manuel Méndez Ballester. Mi madre me permitió ausentarme de la escuela porque estuve todo un día con su noche leyendo “Gone with the Wind” (1,100 páginas) y ya no pude dejar de penetrar esos maravillosos mundos propios y ajenos. De la mano de mi padre, un lector voraz de novela negra norteamericana, aprendí a leer el periódico todos los días. Él me narraba las intrigas de El Mundo y de una de sus grandes estrellas, el director ejecutivo y columnista Miguel Ángel Santín, a quien conocía personalmente. Además, era amigo y compañero de estudios del periodista Rafael López Rosa, también de El Mundo.
En el verano de 1967 me presenté en El Mundo y pregunté por Santín. El periodista deportivo Guido Ortiz me lo señaló: “Es aquél señor de gafas oscuras que habla por teléfono”. Yo me acerqué y con toda la fuerza con la que cuenta la juventud le dije una vez colgó: “Soy Norma Valle, estudiante de periodismo en Estados Unidos y creo que me necesitan en su redacción”. Silencio. Añadí “y conozco a Rafael López Rosa”. Con su voz gangosa me dijo “Pues siéntese allí y espérelo”. Fui muy dócil hasta el escritorio de López Rosa en esa inmensa redacción de mármol y hermosas y enormes pinturas al óleo, donde los periodistas me miraban de refilón. Me senté en aquella silla y por poco me caigo al desinflarme de la fuerza que traía, solo imploraba que la tierra me tragara o que me hiciera invisible. Lo que me pareció un siglo fueron minutos cuando reapareció Santín con un hombre alto que resultó ser el jefe de personal a quien le dijo: “Ella es Norma Valle entrevístela y hagamos negocio, que empiece hoy”. Así se inició mi vida en El Mundo, que fue mi otra escuela en el periodismo, donde me desarrollé como profesional y donde forjé amistades entrañables.
Durante los próximo dos años trabajé veranos, navidades y enviaba artículos desde donde estuviera. Me integré de lleno a la redacción del diario más importante que ha tenido Puerto Rico en su historia bicentenaria en el 1969 una vez tuve mi diploma de periodismo bajo el brazo. Al principio fui reportera en la redacción, un área minusvalorada y ya desaparecida de los medios pero que recuerdo como extraordinaria. A la redacción de El Mundo se acercaba cualquier “hijo de vecina” a contar su problema, queja o su éxito y milagro. Un redactor escuchaba y convertía su exposición en noticia. Así conocí todo tipo de personas y casos: educadoras, agricultores, líderes sindicales, alcaldes, gente humilde que no contaba con oficiales de relaciones públicas y llegaban a El Mundo en busca de divulgar su experiencia personal.
B. Fuentes periodísticas
Luego cubrí cientos de conferencias de prensa, piquetes, manifestaciones, vistas públicas, discursos, charlas, paradas, todo el acontecer cotidiano. En el país, en el mundo, se sentían aires revolucionarios. Trabajadores, estudiantes y mujeres hablaban de libertad. La izquierda política se activaba. La Revolución Cubana estaba a la vuelta de la esquina. Mientras que el marxismo y el socialismo se discutían cotidianamente en las mesas de familia de clase media. En Estados Unidos el movimiento por los derechos civiles de los negros se expresaba de forma pacífica o violenta. Viví en Estados Unidos las manifestaciones de grupos políticos liberales, estudiantiles representadas por Students for a Democratic Society y las de “Black is Beautiful”, las marchas en contra de la guerra de Vietnam fueron multitudinarias, como luego también lo fueron las de liberación femenina. También se rebelaban y exigían cambios los feligreses y religiosos de diferentes denominaciones.
Es así como cubrí las vistas públicas legislativas sobre el racismo en Puerto Rico, sobre los derechos de los obreros a la sindicación y la organización del Movimiento Obrero Unido (MOU), sobre la implantación del derecho al aborto y la libertad de culto religioso. Se leía a García Márquez, Cortázar, Benedetti y Galeano; a Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre. Veíamos cine de arte de Visconti, Fellini y Antonioni, Truffaut, Rohmer, Godard y Chabrol. Mientras tanto Puerto Rico se dividía por pugnas políticas al interior del gobernante Partido Popular Democrático, en el poder durante casi tres décadas. Y se polarizaba al surgir como fuerzas contestatarias la independentista socialista y la nueva versión del estadoísmo. Eran tiempos extremos.
Más adelante me asignaron fuente, es decir un lugar fijo para cubrir cotidianamente. Fui la primera mujer periodista que cubrió de formalmente la Corte Federal, que para ese entonces presidía el abogado Hiram Cancio. En esos años se dilucidaban en este tribunal los casos de resistencia al servicio militar obligatorio de los Estados Unidos. Cientos de jóvenes puertorriqueños rehusaron inscribirse en el servicio militar por razón política, es decir sostuvieron que la guerra de EEUU en Vietnam no era legítima y que los boricuas no tenían que participar pues Puerto Rico es un país intervenido colonialmente. Fueron juicios que hicieron portada de diarios aquí y en el extranjero. La Corte Federal era una fuente codiciada por su continua exposición mediática por lo que tuve la oportunidad de cubrir a diario incidencias noticiosas de enorme relevancia política, que dictaba por teléfono al periódico para que aparecieran en las distintas ediciones del periódico, que en ese momento tenía cuatro.
Di “palos” en mi trabajo, es decir saqué exclusivas, para el asombro de los periodistas veteranos que llevaban años cubriendo el tribunal. El juez Cancio me distinguía contestando siempre mis preguntas hasta el punto que logré hacerle una entrevista de personalidad, un género inusual para jueces activos. Conocí a ilustres abogados como Santos P. Amadeo y Gerardo Ortiz del Rivero, así como a varios abogados de derechos civiles, entre ellos Roberto José Maldonado, quienes defendieron a los acusados de resistencia al SMO y triunfaron en una histórica decisión. Cancio condenó a Edwin Feliciano Grafals a solo una hora de cárcel por su delito de resistencia al SMO, la que ya había cumplido, al tiempo que reconoció las razones políticas de los jóvenes puertorriqueños para no acatar el mandato de las leyes de guerra de EEUU. Grafals se convirtió en un símbolo de la resistencia ya que la jurisprudencia en su caso permitió que se archivaran muchos otros casos similares.
C. Crítica de teatro e interés humano
De día cubría el tribunal y lo que me asignaran, pero de noche iba al teatro y luego escribía una crítica. Aprendí de la crítica teatral con cursos especializados en España y EEUU. Santín decidió que la crítica saldría al otro día del estreno de la obra lo que era un evento inédito en el periodismo cultural de la isla. A los 23 años tenía un enorme poder, que no entendí cabalmente hasta años después, el poder de propiciar el éxito o el fracaso de una obra teatral. Hice cientos de reseñas, comentarios y críticas de teatro, lo que me llevó de plano a la televisión. En esos años el periodista argentino Augusto Bonardo se estableció en Puerto Rico con varios programas en Telemundo, Canal 2, que luego se trasladaron al Canal 11. Me invitó a hablar de teatro en su programa semanal La gente y su cultura, que reunía críticos de diferentes disciplinas en torno a una mesa redonda. En esa histórica mesa se sentaban Nilita Vientós Gastón, literatura; Luis Trelles, cine; Marta Traba y Ernesto Ruiz de la Mata, artes plásticas; Edgardo Gierbolini y Héctor Campos Parsi, música. Bonardo ponía un reloj de arena sobre la mesa y durante el tiempo que caía la arena una debía desarrollar su tema. Fue un extraordinario ejercicio de síntesis. Participé durante los dos largos años que se transmitió el programa.
También me fascinaba escribir historias de interés humano, la descripción, la crónica de viajes, la entrevista de personalidad y la investigación profunda. Ese interés me llevó a colaborar con otras secciones del periódico, entre estas, el Puerto Rico Ilustrado y la Edición Dominical que se reinició en El Mundo en el 1973 y en la que estuve a cargo de la página de Educación. Además, el periódico me envió a la República de Haití y fue así como cubrí un intento de golpe de estado al dictador Francois Duvalier, su muerte posterior y su entierro, así como la toma de posición de su hijo, Jean Claude Duvalier. Los cuatro viajes que hice a Haití constituyeron una gran incursión en la cobertura internacional, por momentos peligrosa, pero siempre fascinante. En esos tiempos dominaba el francés y con rapidez aprendí el creole haitiano, aprendí la historia de este pueblo caribeño y sentí con intensidad sus luchas ciudadanas.
II. Mentoría periodística
Tanto en mis inicios como periodista como en mi desarrollo conté con el consejo y apoyo de varios hombres y mujeres periodistas que trabajaban para ese entonces en la mesa de redacción del periódico. Me siento privilegiada de haber contado con la crítica certera y la recomendación justa de estos avezados profesionales. Juan “Johnny” Martínez Capó, José “Pepe” Ufret, Jorge Javariz, Max Torres, Luis “Eche” Echevarría, Rafael Santiago Sosa, Héctor Mejías, Malén Rojas Daporta, Doris Souffront, José “Pirulo” Hernández y Jesús Benítez, entre otros, compartieron conmigo historias públicas y las que sucedían tras bastidores y que solo los periodistas conocían. Recuerdo vívidamente a Ufret contándome todos los pormenores del Congreso Pro Independencia, a Johnny compartiendo su vasto conocimiento de los escritores y la literatura puertorriqueña, a Eche hablando de España, a Mejías contando de cuando fue él quién le comunicó a una madre que su hijo había fallecido en la guerra, a Max Torres, quien abandonó la cátedra universitaria por la mesa de redacción. Sus anécdotas eran tan gráficas que podía verlas en mi imaginación, eran extraordinarios periodistas.
Luego estaban los compañeros de trabajo, los colegas, Antonio Quiñones Calderón, Antonio Miranda, Bienvenido Ortiz Otero, Clarence Beardsley, Wilda Rodríguez; los fotógrafos Mandín Rodríguez (a propósito me llevó a ver ¨mi primer muerto”, que resultó ser una muerta), Teodoro Torres y Luis de Casenave (quien me dejó perdida en una asignación).
III. Desarrollo de una conciencia de género
Paralelamente con nuestro desarrollo profesional e intelectual, nos formamos incidentalmente en un grupo de mujeres que en el trabajo diario, así como con experiencias reveladoras nos fuimos forjando una identidad diferente y propia, una identidad de género. Éramos mujeres periodistas con intereses específicos y necesidades diferentes a las de los hombres periodistas. Al principio no éramos tantas ni nuestra agenda estaba definida, pero conversábamos, teorizábamos y analizábamos el quehacer cotidiano.
Aunque no se puede categorizar como absolutos, se notaban patrones de conducta sexista en el tratamiento de las mujeres. Y a pesar de que hablo principalmente con respecto a El Mundo, pronto descubrimos que nuestras experiencias eran similares a las de colegas de los otros medios y de otros países. A Helga Serrano no le asignaron la fuente de La Fortaleza (Oficina del Gobernador) porque nunca la había cubierto una mujer. Todas las fuentes importantes Gobernador, Legislatura, Tribunales, Policía, Política le pertenecían a los hombres periodistas.
Cuando Carmín García fue nombrada jefa de la mesa de información tuvo una oposición tenaz de “los hombres” de la redacción. Los trabajos estaban divididos por razón de sexo-género, en Noticias en su mayoría hombres, Deportes, hombres; Sociales, mujeres; Fotografía, hombres. En las mesas de edición y diagramación, hombres; en las mesas secretariales, mujeres.
Existía un código de vestir para las mujeres aunque no para los hombres. En las redacciones había quien señalaba a las mujeres periodistas como ligeras de cascos o lesbianas (“putas o patas”). Uno de los directores que tuvo el periódico se enfurecía cada vez que una periodista quedaba embarazada, pero le aumentaba el salario a los varones cuyas esposas parían un hijo o hija.
Con las fuentes era otro cantar, pero parecido. Los funcionarios de gobierno y otras figuras públicas siempre creían que tenían derecho a flirtear con las reporteras. En una ocasión todo un señor secretario de un departamento dijo con una sonrisita cuando un colega le ofreció “pon” a una periodista “No, yo me la llevo…” Esto en clara alusión al decir popular boricua de que cuando un hombre “se lleva a una mujer” significa que la seduce.
Por su parte, el sindicato que representaba a periodistas y empleados de periódicos, agencias de noticias y otros medios tenía un liderato casi exclusivamente masculino, lo que se reflejaba en las pocas peticiones que hacían a sus patronos a favor de las mujeres.
Los datos anteriores podrían parecer solo anecdóticos, sin embargo, el análisis riguroso al que sometimos nuestra realidad profesional reflejó un profundo sexismo en el tratamiento de las mujeres periodistas que se evidenciaba de variadas maneras:
--Decisión por género de asignaciones para cubrir eventos y noticias, es decir, a los hombres se les asignaban los asuntos considerados de importancia, a las mujeres las noticias de menor relevancia.
--Salario desigual por razón de sexo-género, menos paga a las mujeres por realizar el mismo trabajo que los hombres.
--Ausencia de mujeres en la sección de opinión de los diarios.
--Organización de los departamentos o secciones por razón de sexo- género.
--Organización de los espacios físicos por razón de sexo-género.
--Y, principalmente, la cobertura, selección y publicación de noticias se hacía por razón de género, lo que abocaba todo tema o asunto relacionado con las mujeres y el género a un grado de menor importancia o de ausencia total en la prensa.
A. Divulgar la emancipación de la mujer
No puedo identificar un momento específico para nuestra primera reunión, pero ciertamente ya estábamos aprestadas por los tiempos cambiantes y algunas de nosotras éramos abiertamente feministas. El primer paso que dimos fue asistir a una reunión de la Sociedad de Mujeres Periodistas (SMP) y nominarnos a los puestos principales. Yo fui electa presidenta y Helga Serrano vicepresidenta, mientras que Margarita Babb, Isabel Cintrón y Maggie Bobb también formaron parte de la directiva. También fueron electas la fotógrafa María Cristina García y Sonia Cordero de la Revista Ángela Luisa e Irma Iris García de El Imparcial. Activas en la organización estaban además Ronnie Lovler (The San Juan Star), Peggy Ann Bliss de la Associated Press, Ruth Merino, Gloria Borrás, Doris Souffront, Annie Arana, Deliz Piñeiro, Clarisa Rodríguez, de El Mundo. Irma Iris García de El Imparcial y Ada Nívea Guerra de Bohemia.
Contamos también con el apoyo de Gloria Leal, Iris Landrón y Wilda Rodríguez de El Nuevo Día, Eneid Routté Gómez y Penny Maldonado de The San Juan Star, de la camarógrafa Aida Elisa Marchena, Viguié Films, así como de Mary Novak de la estación de radio WHOA. Más adelante se unió al apoyo Marina Molina, corresponsal de El Mundo en Humacao, lideresa por el derecho al voto de las mujeres en Puerto Rico y una extraordinaria feminista de la primera ola.
Sustituimos en la Sociedad a las periodistas Rosario Güiscafré y a Ángela Luisa Torregrosa, quien meses antes había dicho públicamente que las mujeres en Puerto Rico ya estaban liberadas y que no había nada por lo que se debiera luchar. Ella quedó discretamente derrotada, aunque siempre seguimos admirando su trabajo periodístico pionero en varios medios. De la vieja guardia periodística contamos con Malén Rojas Daporta, Carmen Reyes Padró, jefa de la sección de Sociales de El Mundo, y como ya he mencionado con Marina Molina y María Cristina García.
Las numerosas actividades que realizó la SMP atrajeron un grupo mucho más amplio de mujeres periodistas y de colegas que en esos momentos se desempeñaban en trabajos como oficiales de prensa y relaciones públicas. Era el momento perfecto para aglutinar compañeras que conocían los postulados de la liberación femenina que posteriormente se ha identificado como la segunda ola de los feminismos. Muchos compañeros también apoyaron las nuevas tendencias de la Sociedad de Mujeres Periodistas, aunque otros las combatieron de múltiples maneras.
Sin embargo, lo más importante es que las declaraciones, deposiciones, cartas públicas y actividades impactaron la sociedad completa. El acceso de las periodistas a sus medios le sirvió de megáfono para ampliar y divulgar su voz de liberación. Sus postulados fueron considerados demasiado de avanzada por algunos y algunas columnistas, pero en general su voz se extendió como una llama en la pradera. La temática de la mujer y el género se insertó en los periódicos que anteriormente solo la discutían en torno a la moda, sociales, y deberes del hogar.
Tal vez el evento cumbre de la Sociedad de Mujeres de Periodistas fue la conferencias que dictó en San Juan la conocida periodista feminista norteamericana Gloria Steinem. Su visita a Puerto Rico en febrero de 1971 a invitación de la SMP fue trascendental por las discusiones que provocó su discurso y porque decenas de personas polemizaron a favor y en contra de sus ideas de liberación femenina. Años después todavía se sigue comentando la visita de Steinem a invitación de la Sociedad. Sus ideas fueron comentadas desde la derecha hasta la izquierda: en The San Juan Star, la profesora Ursula Van Eckardt renegaba de las ideas de liberación mientras que en Claridad, Manuel Maldonado Dennis le daba la bienvenida al movimiento que las periodistas con Steinem iniciaban en Puerto Rico.
B. Gobernador Ferré habla ante las “Damas del Periodismo”
Una vez la Sociedad de Mujeres Periodistas estableció su pauta con la visita de Steinem siguió con una actividad mensual en la cual se le pedía a los participantes discutir el tema de las mujeres y el género para que se insertara en las noticias. Eso hizo el gobernador de Puerto Rico, Luis A. Ferré en una multitudinaria conferencia que dictó en el Colegio de Abogados y donde contestó preguntas de las periodistas y del público. Fue una verdadera asamblea ciudadana. Posteriormente, participaron en las actividades de la SMP, el presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, Rubén Berríos Martínez, legisladores del Partido Popular Democrático y líderes ecologistas, economistas y culturales.
La SMP otorgó becas de periodismo para mujeres jóvenes, organizó la primera gran exposición de fotografía periodística, así como la colocación de tarjas conmemorativas de los primeros periódicos fundados en Puerto Rico, entre estos, La Gaceta. Trabajó en coordinación con el doctor Ricardo Alegría del Instituto de Cultura Puertorriqueña, con los diferentes medios y organizaciones sindicales de periodistas. La SMP depuso en vistas legislativas y de la Comisión de Derechos Civiles y publicó ensayos sobre libertad de prensa. Las dirigentas de la organización ofrecimos decenas de charlas y conferencias, participamos en programas de radio y tv sobre la emancipación de las mujeres en Puerto Rico y en el mundo.
Es importante anotar también que las periodistas en El Mundo fuimos las primeras en utilizar pantalones para trabajar de forma continua y natural. La primera en presentarse con un conjunto de pantalón fue Margarita Babb, al otro día seguimos varias. En el periódico buscaron el código de vestimenta que prohibía el uso del pantalón, pero no existía, así es que no pudieron prohibirlo.
Sin embargo, el mayor logro de los trabajos de la Sociedad de Mujeres Periodistas fue, primero, sembrar la semilla de la emancipación de las mujeres en la sociedad y su alta relevancia en el periodismo; segundo, insertar el tema mujeres desde el punto de vista de género en la discusión pública que transitaba en los medios de comunicación; y tercero, sentar las pautas para que más mujeres y mejor preparadas entraran a la profesión periodística. Además, las compañeras periodistas de esa época logramos crear una verdadera red de apoyo y solidaridad entre nosotras mismas que ha sobrevivido el tiempo y el espacio. Estos logros pueden evidenciarse haciendo una búsqueda en los archivos periodísticos de la época y también pueden trazarse en la ruta que siguió a partir de entonces el movimiento de emancipación de las mujeres en Puerto Rico.
IV. Huelga, carpeteo y nuevos rumbos
El activismo profesional de las periodistas en la SMP asumió nuevos rumbos especialmente debido a la larga y difícil huelga de los trabajadores de El Mundo, que se extendió durante siete meses, en mi caso personal por nueve, pues fui de las últimas personas en ser llamada para el regreso al periódico. Varias de nosotras nos integramos al trabajo sindical con la Puerto Rico Newspaper Guild/Unión de Periodistas, Artes Gráficas y Ramas Anexas. Logramos insertar varias cláusulas de derechos para las periodistas y otras mujeres trabajadoras en la prensa, como la licencia por maternidad de dos meses y la licencia de paternidad de cinco días.
Aunque fue un tiempo muy difícil, aprendí de otras áreas periodísticas, dirigí con Margarita Babb y Annie Arana la organización de la convención anual del Newspaper Guild en Puerto Rico (1972), así como casi todas las publicaciones que se hicieron desde las oficinas de la Unión y que diseñaba el artista Carlos Irizarry, quien aunque era Director de Arte de El Mundo, decidió no romper huelga y quedarse afuera.
Durante esos meses colaboré con las revistas Bohemia, Boricua y la recién fundada Avance con reportajes en profundidad y de investigación. Inicié estudios graduados y viajé. Más adelante varias de las periodistas nos activamos en la organización de grupos feministas que completarían las estructuras de lucha por los derechos de las mujeres en Puerto Rico.
Fue durante estos años también que fui víctima de la violación de mis derechos humanos como periodista y como persona con el sistema que desarrolló el estado de vigilancia y persecución de puertorriqueños y puertorriqueñas por sus ideas políticas, feministas, ecológicas y hasta religiosas. La Policía de Puerto Rico y el Negociado de Investigaciones Especiales me vigilaron y hostigaron durante años lo que influyó negativa y angustiosamente algunos de mis períodos de trabajo en El Mundo, El Nuevo Día y la UPR . Cuando recibí mi carpeta años después descubrí que los agentes visitaban mis lugares de trabajo para decirle a mis patronos que yo era una “subversiva peligrosa”. Mi delito principal era ser periodista, feminista e independentista, escribir en los medios y hablar en público.
V. Ostracismo
El miedo es una emoción poderosa y puede ser muy dañina, por lo que algunos y algunas de mis colegas temían darme trabajo o apoyarme, otros y otras lo hicieron desinteresadamente. Hubo periodistas que actuaron como informantes de la Policía para señalar a colegas que tildó de “subversivos”, uno de esos informantes fue el fotoperiodista Luis Ramos de El Nuevo Día, cuyo nombre apareció en la carpetas de varios de sus colegas.
Fueron otros tiempos revueltos para nuestro país. Eventualmente volví a insertarme en los medios, esta vez como jefa de redacción del periódico El Reportero. En este diario cuya vida se extendió durante casi una década tuve experiencias maravillosas como directora y como periodista investigativa y reportera asignada a Fortaleza. Cubrí el caso de la destrucción de Mameyes en Ponce y el fuego del Dupont Plaza. Creo que el periodismo que desarrollé en El Reportero era más maduro y profundo. Una vez cierra este periódico debido principalmente a problemas económicos me integré a la facultad de periodismo de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, donde pude impartir por décadas la enseñanza del periodismo. El nombramiento venía con premio, es decir, con la tarea de crear el departamento de noticias de la estación de radio universitaria así como su noticiero diario.
VI. Nuevos medios
Con la encomienda de los profesores Federico Iglesias y Rafael Gracia, escribí la propuesta para el noticiero de WRTU, 89.7 FM en el 1988, la que fue aprobada por el rector Juan R. Fernández. Entonces contratamos el personal profesional y estudiantil para realizarlo y salimos al aire el 15 de agosto de 1988. Nora Soto hizo el modelo de guión, mientras que Sonia Vivas se convirtió en la voz noticiosa. Crear este noticiero ha sido para mi uno de los privilegios y placeres más grandes a nivel profesional y personal. Pudimos formar un equipo idóneo para hacer periodismo de excelencia que sirvió de modelo y escuela para las estaciones de radio comercial de la isla y para los estudiantes que de nuestra unidad docente.
En el 1988 se inició otra etapa en mi vida profesional periodística, esta vez como radio apasionada y como corresponsal para Puerto Rico de la revista latinoamericana Mujer/fempress. Trabajar para la revista mensual Mujer/fempress durante 12 años ha sido otra experiencia trascendental, especialmente porque logramos insertar los temas de las mujeres y el género de Puerto Rico en la agenda latinoamericana. Tuve la oportunidad de viajar extensamente por diferentes países de nuestra América ofreciendo conferencias y talleres de periodismo y publicamos el libro pionero, El Abc de un periodismo no sexista, con las colegas periodistas Berta Hiriart de México y Ana María Amado de Argentina.
A. La cátedra de periodismo
Siempre le he dicho a mis estudiantes (durante más de 30 años) que entré al periodismo en la prehistoria de la maquinilla manual, las cuartillas y el plomo caliente y que ahora me desenvuelvo en un nuevo y extraño mundo virtual. Les repito además que a pesar de que el medio es importante como diría Marshall McLuhan, lo esencial para los trabadores y trabajadoras del periodismo es saber pensar, cuestionar, aprender, comprender y contribuir a los cambios acelerados de la revolución de las comunicaciones. Tenemos que mantenernos al día como todas y todos los profesionales que se respetan, aprendiendo con las nuevas teorías que nos desvelan los sentidos de la comunicación mediática y haciendo un periodismo que sea a la vez respetuoso de sus orígenes históricos y de los nuevos paradigmas filosóficos de la profesión.
Ahora me desenvuelvo como columnista de opinión y lo hago con el mismo placer y la misma angustia existencial de mis primeros días.
*Un segmento de este artículo forma parte del libro La noticia y yo, Edición de Arturo Yépez y Rafael Matos. San Juan, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2014.